lunes, 3 de agosto de 2009

Interludio 1º - Angkor Wat

Camboya fue, a principios del s.XII, origen y sede del reino más esplendoroso y extenso de la época en el sudeste asiático: El reinado Jemer.
Extendiéndose desde la capital hasta más allá de Camboya, Thailandia y Laos, bajo el mando del rey Suryavarman II, fue sede del mayor complejo religioso jamás construido: El Angkor Wat, el mayor templo del mundo y la ciudad que se extendía a sus pies, Angkor Thom. Con unos 750.000 habitantes, encontramos crónicas donde se compara Angkor con el londres de la época, dejando a este último como un simple “poblado” en comparación a las maravillas y templos existentes en Angkor. En total más de 100 templos, rodeados por una ciudad de casas elevadas en troncos.

Por fin, después de tenerlo en la cabeza desde que tengo uso de razón, el Angkor Wat se fue descubriendo, lentamente, tan lentamente como tardó el sol en salir la mañana del día 24 de julio.
De una sombra contra el amanecer se fue convirtiendo en lo que sólo puedo describir como un impacto en todos sus aspectos: Sensación de pequeñez, humildad, respeto ante unas gentes que tuvieron la idea de construir “eso”; sus 5 puntas, pintadas y probablemente chapadas en oro en su época, sus pasillos y piscinas interiores, ricamente talladas con todo tipo de figuras, sus templos exteriores y depósitos de agua; todo nos transmite una sensación de magnificencia y respeto que en pocos lugares más se encuentra. Realmente se percibe que se consiguió transmitir el respeto y el culto de la época directamente al corazón de la piedra desnuda, tanto que aún se rinde culto a los dioses en el templo de Angkor: Las piedras se encargan de ello.

Pero no es sólo el Wat lo que nos impresiona: un par de kilómetros al norte se encuentra el Bayou, profusión de enormes caras de Bodhisattva, deidad hindú, talladas en cada costado de cada punta de cada wat del templo, quizá otra de las imágenes más reproducidas de este conjunto de colosos intemporales.
Hay que decir, no obstante, que el material de construccion usado -piedra arenisca- no es el idóneo para resistir el paso del tiempo, menos en un lugar tan dado a la lluvia, pero los trabajos de restauración -financiados por alemanes, japoneses, filipinos, franceses... ni uno puramente camboyano- lo mantienen en razonablemente buenas condiciones. El precio a pagar: Dudo que desde su redescubrimiento en 1586 haya habido un año sin andamiaje invadiendo al menos uno de los templos, pero es algo que se olvida cuando uno se da cuenta de que, definitivamente, NO debemos perder algo como el conjunto de Angkor.
Una concesión sí se ha hecho: el Tha Phrom, que se mantiene más o menos tal y como se encontró, invadido por la jungla, abandonado desde el s.XVI. Aquí sí nos sentiremos “Jones” del todo: árboles centenarios estrangulando la roca, sus enormes raices colgando y rodeando los tejados de los subtemplos, pasillos abovedados derrumbados completamente, zonas acordonadas debido al obvio riesgo de derrumbamiento.




Un lugar para recordar, un lugar que me sobrevivirá a mi y a los hijos de mis hijos -caso que los hubiera o hubiere-.
En cualquier caso, hora de avanzar...

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