martes, 9 de febrero de 2010

Costa Oeste de Estados Unidos

La llegada a Estados Unidos y, me temo, a cualquier otro lugar después de Japón la supongo chocante; en mi caso lo fue, al salir del metro en San Francisco, mi primer día en los EEUU, donde me sentí envuelto de calles “sucias”, tráfico y gente que te mira penetrantemente.
Después de algunas horas en la ciudad, no obstante, mi opinión varió al 100% gracias a la misma ciudad de San Francisco, ciudad que me robó un trozo de alma y de la que volveré a hablar más tarde.

Opciones de dormir barato bastantes, en la zona de Haight Ashbury hay bastantes hostels baratos, casa de acogida y por la ciudad repartidos tampoco faltan, con precios que variarían entre los 12 a los 20$.
Una buena opcion es el Green tortoise, en el que me alojé bastante, lugar muy recomendable: El espíritu festivo y “abierto” del lugar recomienda hacer algo de contactos para disfrutar como se debe esta maravillosa ciudad.
Después de unos primeros días asimilando el “american way of life” me dispuse a empezar a hacer millas, y por ninguna razón en particular escogí Los Ángeles como primer destino. Afortunadamente con la cantidad de vuelos diarios que hay, volar de SF a Los Angeles o Vegas sale más barato que tren o autobús, así que es una tríada razonable para saborear la costa oeste centro.

En Los Ángeles me vi, pues, en algún punto de esta inmensa ciudad que se extiende, y se extiende... hasta donde alcanza la vista en forma de suburbios alrededor básicamente de Hollywood y el Downtown.
Con un transporte público penoso nos será difícil movernos por la ciudad a no ser que dispongamos de coche, opción bastante usada por cierto la de alquilar coche en SF, por ejemplo, y recorrer las ciudades/parques nacionales que se pongan a tiro dependiendo del tiempo que tengamos. En mi opinión, si se va en grupo, vale la pena mirarlo -como en cualquier otro país que se visite-
Y es que eso, amigos, aquí es una religión: Hay que tener coche. Hay que consumir -hablaré de esto más tarde- En toda América, la gente usa el coche para todo, relegando el transporte público por norma general al par de usos ocasionales y, por supuesto, a la gente que no puede pagarse un coche: Los americanos “pero menos”, esto es hispanos, gente de color, turistas, etc.
En mi caso no ser consciente de la vastedad de la ciudad me costó tener que andar unos 5000 números de Melrose Avenue, desde la salida de metro más cercana hasta donde mi hostel estaba. No acaba nunca.
Mi próximo destino, Las Vegas, apareció en la ruta por ser la ciudad más importante cercana al gran cañón, un desvío que siempre valdrá la pena. Una vez más, volar fue lo más barato...
Las Vegas impresiona. Cuando en la época de nacimiento de USA se estableció la ruta méjico-california para transportar básicamente oro y piedras preciosas empezó a ocurrir que muchos convoyes no llegaban a destino; se perdían en el desierto, morían en tormentas o eran asaltados.
La solución de crear un puesto intermedio en medio del desierto fue de John C. Fremont, en 1844, y de la mafia italiana fue la de empezar a construir casinos. Hoy, la mayoría pertenecen a MGM, la productora cinematográfica, que como vemos no sólo se dedica a las pelis para niños.
Hoy, al llegar al aeropuerto se encuentran máquinas tragaperras nada más salir del avión, antes incluso que pasar por la cinta de equipajes; los límites de la ciudad se van extendiendo como un cáncer en medio del desierto con sus parques de césped verdísimo, y cada noche la lujuria y hedonismo explotan para hacer de este lugar una meca para el poder del dólar, una muestra más de la idea americana del consumismo, depredación de recursos e intercambio de bienes constante que hace funcionar el país y sin el que se vería abocado al fracaso.
Disponibles hostels a partir de los 15-20$ la noche, el transporte no será problema ya que la Strip, la calle principal de la ciudad, donde se ubican todos los casinos, museos y entretenimiento dispone de buses que pasan con una frecuencia adecuada.

Subiendo al norte, llegó la parte más familiar de mi viaje, en la que me reuní con familia a la que tiempo ha que no veía; en la pequeña localidad de McMinnville, estado de Oregón, apartado de todo: un paréntesis de dos semanas que resultó más provechoso de lo esperado pues, aparte de permitirme reflexionar sobre el ecuador -ya rebasado- de mi viaje, me permitió visitar la ciudad de Seattle, en el estado de Washington.
Bonita ciudad costera, situada en uno de los lados de una gran bahía -Puget Sound-, posee ese encanto de las ciudades abocadas al mar; en este caso en concreto el grupo de rascacielos del downtown parecen estar asomándose a las aguas de la bahía y el puerto, homogeneizando el paisaje e integrando lugares como la Millenium Tower (en la foto)
Las incontables cafeterías -con vaso XL de cartón y tapa para sorber; los americanos estarán perdidos el día que les quiten la manía de los CUPS de café-, entre las que se encuentra el primer Starbucks, bonito downtown y mercado y una escena musical importante -de aquí han salido cosas desde Nirvana o Foo Fighters hasta el mismisimo Bill Gates-, es una opción muy recomendable en la punta noroeste de los Estados Unidos.

Viéndome, durante el último mes, con temperaturas por debajo de los 10Cº se me empezaba a nublar la vista... así pues, dos días después del 26 de noviembre (Thanksgiving, otra celebración del consumismo desbocado, volveré a ello) dirigí mis pasos hacia la punta sur de la costa californiana, San Diego, a unos 15 km. de la frontera mejicana. La posibilidad de llegar a la frontera en tranvía desde el centro de San Diego facilita las cosas si decidimos hacerle una breve visita al "otro lado", esto es, Méjico.

En San Diego tuve la suerte de escoger Ocean Beach para alojarme; el ambiente hippie/surfero del lugar lo hacen algo digno de experimentar, además de disfrutar del normalmente cálido tiempo.
En esta época, no obstante, hace fresco igualmente -y más al lado del mar; aún siendo el punto más sureño de la costa oeste está mucho más al norte que florida, en la costa este-; por ese motivo me uní a un grupo de viajeros que había conocido previamente en San Francisco y me interné en Méjico, hasta Ensenada, Baja California, puerto frecuentado por cruceros -alojando hasta 6 de ellos a la semana-.
Comentar que Mexico no entraba en mi plan inicial de viaje; el viajero que intente algo similar a el viaje descrito en este blog encontrará que a veces uno se adelanta a su planning y acaba disponiendo de dos semanas para lo que quiera. Estos “adelantos” son ideales para cruzar la frontera que se tenga más cercana.
Lugar realmente pintoresco, lo mejor que servidor experienció en estos 6 días fue la gente: una sorpresa comprobar como, al decir que uno es español -catalán-, ellos replican con una sonrisa y hablan de la “madre patria”.
Mención especial para un supermercado al lado del hostal en el que me alojaba; la mujer del dueño, David, añadía más comida al cazo para invitarnos mientras él y yo hablábamos y mis compañeros aprovechaban el wi-fi del local.
La tan universal palabra “revolución” salió a escena en plena conversación de domingo por la tarde, sentados alrededor de sendos platos de atún especiado con frijoles y arroz.
Para David, el gobierno era corrupto de por sí y ahogaba a la población mediante impuestos y fuerzas policiales, los escasos servicios públicos eran de mala calidad -algo que servidor corrobora- y lamentaba, entre anécdotas de sus años de pesca en Panamá con vascos y gallegos, que “aqui ahora ya nadie se preocupa de nadie” y que no era probable, al menos en la americanizada Baja California, que la gente se levantara.
Seguía, no obstante, esperanzado en que los mejicanos del centro, el “méjico de verdad” que lamentablemente no tuve ocasión de ver, se alzara algún día.
Curiosidad del viaje: Mi banda sonora fue la canción La Bamba, de Los Delinquentes. Uno que es freak xD
Visita provechosa la semana que pasé en Mexico, al final las tormentas llegaron y decidimos volver a San Diego, donde pasé tres días más en buena compañía antes de volver a San Francisco, preparándome para mi próximo destino, el caribe y su isla de agua y madera, del ron y del reggae: Jamaica.

Pero de esta última ciudad, San Francisco, tengo que hacer un apartado aparte, así como también de algún que otro aspecto de la tierra de la “libertad” que es Estados Unidos. Allá va, por lo tanto, el primero de los anexos de USA: San Francisco.

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