jueves, 15 de octubre de 2009

Kyoto - Osaka


Salidos de la locura de Tokio, es hora de empezar a explorar el país, y si lo primero ha sido la capital política y financiera, lo segundo será, sin duda, la capital cultural: Kyoto. Templos, castillos y toriis en cada esquina. Se debe tener en cuenta que la mayoría son reconstrucciones de una u otra época; los gobernantes americanos de turno hicieron, como siempre, un trabajo exclente a la hora de dejar el país como un solar, aparte de los frecuentes fuegos y ataques que destruían templos y castillos durante la violenta historia antigua japonesa, plagada de guerras civiles y luchas de clanes.

La cantidad de historia existente en la ciudad, capital en la época dorada de Shogunes y samurais es apabullante; junto con Nara, -al sur, primera capital del imperio y tan profusa en cultura como Kyoto- es donde los hambrientos del japón más tradicional quedarán satisfechos hasta decir basta. Para empezar, imprescindible alquilar una bici ;)

Sobresale en la ciudad el castillo Nijo-jo, residencia del primero de los Shogunes, Ieyasu tokugawa, que nos sorprenderá por sus jardines, arquitectura tradicional y su suelo. Sí, su suelo, que incluso tiene nombre: el piso del ruiseñor. Las tablas de madera que conforman el suelo están fijadas con clavos especiales entre tabla y tabla que hacen que rechinen y canten cual pájaro en primavera a cada paso, medida de protección del shogun contra intrusiones encubiertas de enemigos o ninjas (Shinobis en su palabra original). Os podeis imaginar a servidor caminando cual ninja por el piso, con calcetines y de puntillas para burlar el sistema... xD Imposible: Un tipo listo, este Tokugawa.

Lugares como el Kinkaju-Ji, templo en medio de un estanque y recubierto de oro en dos de sus tres pisos, o la pagoda de los cinco pisos, la más alta del japón con sus casi 60 metros, nos dejarán también empachados de la magnificencia de la historia japonesa: Aquí cada templo, jardín o castillo es diferente a todos los demás, lo que hace necesario considerar pasar aqui el máximo tiempo posible dentro de la agenda que cada uno tenga en su viaje.

Algo a remarcar respecto a Kyoto es que suele ser el lugar a donde ir a ver uno de los símbolos imborrables del japón: Las Geishas y sus aprendices, Maikos.

A verlo o a no verlo; Actualmente, en todo el Japón, quedan unas mil, 100 de ellas en Kyoto. Inexplicable quizá, aunque no tanto al tener en cuenta de que, en esta sociedad, lo nuevo se acoge con entusiasmo; lo viejo se venera pero se desecha sin el mínimo remordimiento aparente. Un aspecto que posiblemente nos aclare, entre otras razones, cómo una sociedad ha evolucionado desde la nada al todo en menos de 50 años. De todos modos con una tarde de paseo al este de la ciudad y un poquito de suerte tendremos suficiente para ver al menos una.

Entre tanto templo, imposible no mencionar también el Fushimi Inari Taisha -4 km. De túneles hechos de Toriis, las típicas “puertas” rojas japonesas”-, templo dedicado al arroz, existiendo tambien atracciones más mundanas como museos manga o movieland, paridero de numerosas películas niponas y un lugar a donde ir a desintoxicarse de tanto templo y tradición.

Kyoto es la segunda referencia del Japón, y a fe que lo vale: Estupendo contraste con la jauría de Tokio y un primer bocado del japón rural y tradicional.


Osaka

Osaka es sólo superada por Tokio como muestra de la locura urbanita del Japón. Ciudad venida a menos, fue en su tiempo el centro económico del Japón hasta que fue superada por la mencionada Tokio; desde entonces ha habido una constante deriva de empresas, inversiones y nuevas infraestructuras hacia esta última, que han dejado a Osaka como una muestra de lo que es tokio: Un monstruo que atrae, depreda la vida del país, la juventud y las nuevas ideas. Consequentemente veremos una población más envejecida -auténtico problema en Japón el envecimiento de la población y baja natalidad-, pero la juventud del lugar dará el do de pecho en la zona central de la ciudad.

Bulevares, neones, pantallas gigantes y altavoces con voces acarameladas: Todo concentrado en 3 o 4 calles en el centro; lo más parecido a la película Blade Runner, ambiente futurista; imperio del neón.

En definitiva, una muestra del crecimiento del japón hasta mediados de los 80 cuando empezaron los problemas económicos del país: la ciudad parece haberse quedado en esa época, y sus habitantes transmiten la misma sensación de antigua -y perdida- magnificencia; una muestra más de que en el Japón, lo nuevo se reverencia y lo viejo se venera pero se desecha.

Eso sí, cosas como el castillo de Osaka (foto superior), el citado barrio centro o el acuario -el más grande del mundo, con dos tiburones ballena y cientos de especies diferentes, foto imferior)- harán buenas visitas para el par de días que necesitaremos para quedarnos con una mínima impresión del lugar.

En este apartado me pararé para hablar del Danjiri Kishiwada, festival a las afueras de la ciudad, zona Kishiwada, al que tuve la oportunidad de asistir.

Se trata, básicamente, de enormes carros cubiertos y profusamente ornamentados, con 4 ruedas fijas, es decir no girables, de modo que a los japoneses, tan modernos ellos pero tan tradicionalmente borricos en ocasiones, no se les ocurre nada más que poner a u mínimo de 100 personas -los jóvenes- tirando de una cuerda delante del carro y unas 50 -los mayores- detrás, para empujarlo a los lados mediante grandes maderos fijados a la estructura y hacerlo girar en las esquinas de las calles a lo bruto; esto provocará numerosas caídas o que alguno de ellos salga despedido debido a la inercia del cachivache, lo que unido a la gente -mujeres y niños en su mayoría- de la ciudad que suele seguir a los carros corriendo nos recordará ligeramente a los san fermines y nos dibujará una extensa sonrisa en el rostro que los locales apreciarán como un tesoro. Estos carros, además, se sacan una vez al año por lo que podemos imaginar la pasión que le ponen; siempre gusta encontrar un turista aislado que venga a ver tu fiesta supongo.

Me he parado a hablar de esto porque en un país así es fácil empacharse de templos, castillos y demás; la manera ideal de “desintoxicarse” es asistir a uno de los numerosos festivales que hay durante el año. A los japoneses les encanta celebrar, y lo demuestran en cada ciudad, cada mes del año -lo que no quita que debamos tener un peliiiin de suerte para pillar alguno-

Último apunte: Japón Es caro, sí, y Tokio es probablemente una de las más caras ciudades del mundo; sólo en el metro ya se nos irá más dinero del previsto. Salir por la noche, en una zona como roppongi, nos dejará también bastante pelados, y las guesthouses no suelen bajar de los 17-20€ la noche; no obstante, no es difícil encontrar comida a buen precio -380 yenes por bol de arroz con ternera y sopa miso- y las entradas a museos o templos no son caras, ni aquí ni en el resto del país. Cuestión de balance... y presupuestos.

Algo caro pero imprescindible tambien si queremos exprimir el país a fondo será comprar un JR rail pass, que nos saldrá a cuenta sí o sí y nos facilitará enormemente la tarea de movernos de ciudad a ciudad ya que incluye el famoso shinkansen, tren bala: Con una frequencia de cada 30 minutos y un metro de espacio para las piernas en pocas horas estaremos en destino por lejos que vayamos. Atención, el pase sólo es adquirible fuera del país, una vez en Japón no podemos comprarlo por muy extranjeros que seamos.

Eso si, los precios no quitan que haya que venir en cuanto se pueda, por supuesto. Pero sigamos...



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